El hombre es torero, así que no puedo decir que me haya causado demasiada congoja. Si cada fin de semana metes la mano a un avispero esperando no salir por lo menos con una picadura de vez en cuando, eres un imbécil.
También vi una mujer con la piel arrugada, dura y reseca como la escama del más viejo reptil. La vi mientras ella compraba una Coca-Cola y pagaba con 16 monedas de 50 centavos. La vi después volver a su crucero y me vi a mí pagándole al hombre de la llantera por su amable servicio al arreglar mi llanta ponchada. La volví a ver por el retrovisor pidiendo más monedas y esperando, como tantos, como yo, que la vida pudiera mejorar por lo menos un poco al final del día.
Vi el Lago de Chapala; vi la extraña foto de un viejo político mexicano secuestrado; vi Los Soprano y me emocioné y me desvelé; vi muchos animales muertos sobre la carretera de Ajijic; saborée unas gorditas; vi a mi abuelo celebrar su cumpleaños sufriendo por el calor; vi a Inglaterra "jugar" con México y vi a muchos amigos el viernes. Pero sobre todo, durante dos amaneceres en fila vi esa mirada que me reta dulcemente y que hace que me pregunte tantas cosas, por ejemplo: ¿Por qué no te pones a escribir ya?
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